Editorial por Paulo Cuéllar: «Consumo Colaborativo»
«Conservando las tradiciones»
por Paulo Cuéllar
fecha: 28 de Agosto, 2014.
Sierra Picachos, Higueras, N.L.
Hay una tendencia irreversible: el acceso vence la posesión.
Para “accesar” no necesariamente tienes que comprar. Esta tendencia cuestiona la aspiración hacia la propietariedad, cuando el verbo es la satisfacción de necesidades. Las recientes crisis económicas han construido veredas culturas de poseer menos y las personas han discernido lo suficiente para comprender que la felicidad no estriba en la posesión del consumo.
Y aquí, en el contexto de esta lección, resalta el término consumo colaborativo, que se refiere a la manera tradicional de compartir, intercambiar, prestar, alquilar, colaborar, etc. Un ejemplo, hoy millones de personas reflexionan ¿para qué comprar un taladro si solo voy a utilizarlo una sola vez? Mejor busco alternativas de renta. Hay personas principalmente de Asia que están alquilando vehículos, en vez de comprarlos. Incluso entre dos o tres personas adquieren un vehículo y lo comparten un determinado número de días cada uno. Esta tendencia de consumo colaborativo está representando un arma mortal para la propiedad privada individual.
Pero el viraje cultural no es solamente en el consumismo, también impacta en el ámbito sociocultural. Se están fraguando estilos de vida colaborativos. No solo es intercambiar bienes materiales. Las personas con intereses comunes se están aliando, se están juntando por encima de la desconfianza, de compartir con un extraño cosas menos tangibles como el tiempo libre, espacios, talentos y dinero. Estas nuevas tendencias se están manifestando a nivel comunitarismo, en los barrios, en dónde los pobladores comparten sus tierras para trabajar, para construir huertos comunitarios o compartidos.
Ahora vuelven a resurgir factores sociales como los alquileres de cuartos, rentas de baños caseros; las personas están intercambiando mercancías, incluso alimentos; los préstamos vecinales están adquiriendo fuerza. Por otro lado, todo indica que hay que revalorizar y dignificar una cultura verde, basada en el respeto, amistad y veneración a nuestros ecosistemas. La protección infinita y sublime de la biodiversidad que produce bienestar y calidad de vida. Y esto, viene reflejándose en el reúso de la basura, de la madera, de los árboles agonizantes y de todo lo que deshecha la propia naturaleza. Se viene generando valor ya no agregado, sino primario que emerge de los propios recursos del medio ambiente.
Hoy se habla con fuerza de energía verde, energía renovable que se obtiene de fuentes naturales, grandiosamente inagotables y que concilian con perfección con lo natural. En suma, esta tendencia, obliga la transición de una época fincada en la individualidad a otra, cimentada en el espíritu colaborativo, en la satisfacción de necesidades comunes, en el retorno a la persona en sí misma y en el valor que nos brinda la majestuosidad de lo natural