La coralillo pertenece a la familia de las Elapinas, que también incluye a las cobras y otras serpientes venenosas. Es una serpiente pequeña, del diámetro de un lápiz, y cuyo rasgo más característico son los anillos de color rojo, amarillo y negro que cubren todo su cuerpo.
Suele medir entre 30 y 40 centímetros de largo (11,8-15,7 pulgadas), sobrepasando rara vez los 50 centímetros (19,6 pulgadas). Una de las particularidades más destacables es que la cabeza es del mismo grosor que el cuerpo; de color negro y con un hocico plano.
El tamaño del lobo mexicano varía entre 1 y 1.2 m de largo total y su altura a la cruz es de 60 a 80 cm, siendo los machos más grandes que las hembras.
La serpiente coralillo habita al sur y suroeste de Estados Unidos, concretamente en la zona central y sur del Estado de Arizona, así como en el suroeste de Nuevo México. Es habitual encontrarla en el desierto de Sonora y en zonas con abundancia de cactus Saguaro. En México se encuentra en Nuevo León, Sinaloa, Sonora, Chihuahua y al norte de Durango. También se han detectado ejemplares en la isla Tiburón, en el golfo de California.
La mordedura de una serpiente coral, conocida por ser una de las más venenosas, no causa en un primer momento los efectos temidos. No es dolorosa ni provoca hinchazón en la zona afectada, y los demás síntomas pueden no manifestarse hasta pasadas doce horas. Pero si no se aplica un antídoto, la neurotoxina comenzará a perturbar las conexiones entre el cerebro y los músculos, provocando dificultades en el habla, visión doble y parálisis muscular y, en último término, paro respiratorio y cardíaco.